El
20 de agosto de 1897, a las 11:00 de la mañana, tras recibir los santos sacramentos de
un padre dominico, y escribir una carta de despedida a su madre, Michele Angiolillo fue
agarrotado en la cárcel de Vergara, ante la presencia de varios testigos. Poco
antes de morir, gritó: ¡Germinal! Ese grito en el vacío del magnicida
italiano, nos recuerda el impacto que tuvo en su momento la obra del escritor
naturalista francés, Emile Zola. El cuerpo de Angiolillo fue sepultado en una
fosa sin nombre en tierra no consagrada.
En
la obra del periodista italiano Michele Gualano, Michele Angiolillo, Anarquico
(Edizioni Il Castello, Foggia, 2004), leemos en la página 43, el parte oficial:
Vergara, 20 de agosto. 12,30 de la
tarde. Urgente. Angiolillo, el anarquista asesino de Canovas del Castillo, ha
expiado su crimen a las 11 de esta mañana. En la ejecución del reo no ha
ocurrido ningun incidente que merezca la pena ser relatado. Este texto aparece recogido en un telegrama enviado por presidente
del Consejo Supremo de Guerra y Marina (antiguo Tribunal Supremo de Guerra y Marina), al Primer Ministro interino, el
general Marcelo Azcárraga Palmero.
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